Altafulla es un pequeño municipio de la provincia de Tarragona cuyo principal atractivo es que se mantiene alejado del bullicio del turismo de la Costa Dorada. Sin playas masificadas y abarrotadas de hoteles y con unas calles llenas de historia, Altafulla se convierte en el destino ideal para el turismo familiar, para parejas o para aquellos que buscan un lugar tranquilo para descansar y desconectar de la rutina.
La oferta cultural, deportiva y de ocio se complementa con su patrimonio histórico, del que quedan bastantes ejemplos arquitectónicos. De hecho, en 1998, el pueblo fue declarado Bien Cultural de Interés Nacional por el conjunto medieval de la Vila Closa. Y dos años después, la UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad por la villa romana Els Munts.
Altafulla, con su clima mediterráneo, presume de inviernos suaves, veranos calurosos y primaveras y otoños cálidos. Así que cualquier época del año es buena para visitar el municipio y disfrutar de sus playas o de su entorno natural.
Además, la situación estratégica de Altafulla te permitirá visitar otros lugares sin tener que recorrer largas distancias, como Barcelona, la Tarraco Romana, las playas de la Costa Dorada, PortAventura, el Delta del Ebro o las bodegas del Priorat y El Penedès.
Continguts
Qué ver en Altafulla
Para conocer Altafulla, no hay nada mejor que adentrarse en sus calles y plazas para empaparse de su historia. Pero si te apetece profundizar un poco más, te aconsejamos que realices una visita guiada por la Vila Closa, Els Munts o el barrio marítimo. Las organiza la Oficina de Turismo de la localidad y se requiere reserva previa.
A continuación te mostramos los lugares más emblemáticos de Altafulla.
Empezamos con la Vila Closa. Se trata del antiguo núcleo medieval amurallado y fortificado, construido hacia el siglo XI pero remodelado durante el XVIII, por lo que muchas de sus casas señoriales y plazas pertenecen a esa época. De la muralla solo queda un tramo que rodea el castillo, dos torres y tres portales reformados.
El edificio más emblemático es, sin duda, el Castillo, conocido también como «el Castell dels Montserrat». Estaba situado en la frontera entre el Condado de Barcelona y el Al-Ándalus, una zona de frecuentes disputas, por lo que era más una fortaleza de defensa que la residencia real. Su buen estado de conservación se debe a la reconstrucción que se realizó en el siglo XVII en base a unos planos del siglo XV. Todavía conserva el patio original y una galería renacentista.
Al ser de propiedad privada no podrás visitar su interior pero, en ocasiones, el Ayuntamiento de Altafulla lo utiliza para realizar eventos públicos. Por ejemplo, conciertos de cámara.
Justo al lado, se encuentra la Iglesia de Sant Martí, un edificio con fachada de estilo barroco y planta neoclásica en forma de cruz con tres naves. En su interior están enterrados los restos de los marqueses de Tamarit. Además, podrás admirar un retablo barroco de 1745.
Detrás del templo, algo que a mucha gente se les escapa, descansa semienterrada la Piedra del Colsero, un bloque de piedra de época romana (siglo II) con una inscripción a modo de epitafio.
En uno de los flancos de la iglesia se alza la Rectoría, también conocida como Fórum. Es un edificio de piedra con una sencilla fachada y totalmente cuadrado. La importancia la tiene su interior ya que está totalmente reformado conservando los arcos de piedra góticos. Esto te ayudará a hacerte una idea de cómo era la estructura de una casa medieval y, además, hará que puedas disfrutar de diferentes obras de arte ya que se utiliza como sala de exposiciones.
El castillo, la rectoría y la iglesia rodean la Plaza de la Iglesia, que destaca por su excelente acústica. Si visitas Altafulla en verano podrás comprobarlo en persona, ya que es el lugar donde, especialmente por las noches, tienen lugar eventos musicales y poéticos como el Festival de Voces o el Ciclo de Conciertos.
En la Vila Closa también encontrarás La Placeta, la plaza más pequeña del casco histórico desde la que podrás tener una tímida vista del mar a través de uno de los portales que daban acceso a la muralla.
Aunque el lugar más emblemático de este antiguo núcleo medieval es la Plaza del Pou. En uno de sus extremos se encuentra el Ayuntamiento, edificado en el siglo XIX y rodeado por varias casas señoriales. A su lado, podrás contemplar el monumento erigido en honor al hijo ilustre de Altafulla, Antoni de Martí i Franquès, un químico que ha sido considerado como uno de los científicos más avanzados de su tiempo.
En el otro extremo de la plaza se halla el monumento a las torres humanas, o «castells». Se construyó en arcilla a finales del siglo XX para conmemorar el pilar de ocho con forro y manillas que la Colla Vella dels Xiquets de Valls consiguieron en 1878 en esa misma plaza. Seguro que te impresionará porque es una obra a escala real.
Para ir de la plaza de la Iglesia a la plaza del Pou, tendrás que recorrer una de las calles más encantadoras de Altafulla: la Calle del Forn. Su nombre se debe a que en ella se encontraba el antiguo horno de pan (forn, en catalán). Al recorrerla te parecerá que has viajado al pasado, con sus escaleras, los detalles que recuerdan la arquitectura medieval o el portal que formaba parte de la muralla.
Si estás por Altafulla durante su Fiesta Mayor, a principios de noviembre, tendrás la suerte de contemplar una hazaña al alcance de tan solo unos pocos. Todos los años el día 11 de ese mes, los castellers de la ciudad forman un pilar de cuatro con el que suben los cuarenta y dos peldaños de la calle del Forn que descargan delante de la iglesia de Sant Martí.
Paseando por las afueras de la población encontrarás la ermita de Sant Antoni. Se construyó en 1717 gracias a las donaciones del pescador Baltasar Rabassa. Pero cuando se le acabó el dinero, la construcción se sufragó mediante el resto de pescadores, que se comprometieron a donar una parte de sus capturas para finalizar la obra.
Si bajas al paseo marítimo no te toparás con grandes edificios y hoteles a pie de playa, sino que te sorprenderá descubrir que el pueblo conserva su auténtica esencia marinera en lo que ha acabado llamándose el Barrio de Botigues.
Este tiene su origen en el siglo XVIII, cuando se construyeron pequeños almacenes frente al mar que los pescadores usaban para guardar su aparejos y donde los comerciantes almacenaban los productos destinados a las colonias americanas. Pero fue a principios del siglo XX cuando esos espacios se transformaron en viviendas, residencias de verano y restaurantes, transformando la primera línea de playa en un barrio.
Otro de los lugares más visitados de Altafulla es la villa romana de Els Munts. Se trata de un complejo residencial, del siglo I, cuyos restos te darán una idea clara de cómo vivía un alto mandatario romano. Fueron muchas las lujosas villas que se construyeron alrededor de Tarraco, muy cerca de la playa y destinadas a la agricultura y al ocio.
Els Munts fue una de ellas. El complejo conserva la planta baja, dos estanques de lo que fue el jardín y el almacén, así como los depósitos de agua que abastecían a la villa. Esta zona residencial, en la que se cuenta que vivió Caius Aurelio con su esposa Faustina, es parte del conjunto arqueológico de Tarraco y ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
En los restos de las habitaciones aún se pueden contemplar partes de los murales que decoraban las paredes. Y seguro que te maravillará el mosaico que cubría el suelo de los pasillos.
También son de gran importancia las termas (o baños privados) que destacan por ser los más grandes de Cataluña.
Debido a que Els Munts forma parte del conjunto arquitectónico de Tarraco, muchas de las piezas encontradas en este yacimiento se conservan en el Museo Nacional Arqueológico de Tarragona. Solo está a 12 kilómetros de Altafulla, por si te decides a hacerle una visita.
El entorno natural
Altafulla es un municipio enmarcado por el mar Mediterráneo y el río Gaià, lo que le otorga un importante valor ecológico. Precisamente la desembocadura del río Gaià fue declarada Reserva Natural de la Fauna Salvaje en 1995, forma parte de la Red de Zonas Húmedas de la Cataluña Meridional y se incluyó dentro del Plan de Espacios de Interés Natural en 1992.
Si te gusta la naturaleza te animamos a que te adentres en sus caminos para descubrir los diversos hábitats donde viven y anidan pequeñas aves, ratones de campo y conejos. Y si tienes suerte quizás puedas ver algún zorro, un tejón o una comadreja.
Los pinos blancos son los árboles típicos de la desembocadura, y en ellos viven ardillas, aunque hay que tener paciencia para poder ver una.
La Asociación Medioambiental La Sima organiza visitas guiadas para grupos y ofrece servicios y actividades que te permitirán sacarle el máximo provecho a este entorno.
Pero, sin duda, uno de los atractivos de Altafulla son las playas. El municipio cuenta con dos: la playa de Altafulla y el Canyadell. Ambas gozan de aguas cristalinas y arena fina y dorada.
La primera, con más de un kilómetro de longitud, es la más urbana y cada año recibe la Bandera Azul que garantiza su calidad. En ella se halla el Club Marítimo que, aunque ofrece la posibilidad de realizar diferentes deportes náuticos, potencia la práctica de la vela. De hecho, en él se han disputado campeonatos de Cataluña, de España y mundiales de esta modalidad.
No es una playa masificada pero si buscas más tranquilidad, te recomendamos que acudas a El Canyadell, una pequeña cala de 60 metros de longitud situada al abrigo de las rocas y apartada del centro urbano.
Qué hacer en Altafulla
La tranquilidad de este pueblo te invita a pasear por el barrio marítimo y descubrir sus tiendas de recuerdos y los pequeños comercios. Pero si buscas grandes zonas comerciales, lo mejor es ir a la parte alta de Altafulla. Allí, al lado de la Vila Closa, encontrarás el Eje Comercial Amorós, que cuenta con una amplia oferta de servicios. También puedes trasladarte a las afueras, en dirección a Tarragona, y acercarte al Centro Lúdico Les Bruixes, donde podrás llevar a los niños a un parque infantil.
Si lo tuyo es el senderismo, Altafulla organiza la Ronda Verde de El Baix Gaià. Es una ruta que se puede recorrer a pie o en bicicleta y que atraviesa unos 30 kilómetros de caminos rurales conectando las diferentes poblaciones de la parte baja del río. Empezando en la ermita de Sant Antoni, no solo recorrerás el entorno natural sino que también podrás visitar un grupo de fortificaciones defensivas de época medieval.
Al ser un pueblo tranquilo, Altafulla huye de los excesos de la vida nocturna, así que si buscas locales de moda y discotecas, te aconsejamos que visites Tarragona o Torredembarra. Pero puedes pasar un buen rato en la sala de baile de la localidad y disfrutar de buenas copas y conversaciones en alguno de sus bares o pubs.
Gastronomía
Altafulla, como gran parte de los municipios de Tarragona, es famosa por los calçots, cebolletas tiernas a la brasa y acompañadas de salsa romesco. Es una de las especialidades que no puedes dejar de probar. Ni tampoco el xató (una ensalada a base de escarola, frutos secos, atún, anchoas y bacalao), la crema catalana o las diversas recetas de tradición marinera.
Si quieres disfrutar de una experiencia gastronómica única puedes visitar el restaurante Bruixes de Burriac, donde el Xef Jaume Drudis ofrece una cocina de temporada elaborada con productos de primera calidad.
Un poco de historia
Los primeros registros de la ciudad se remontan a mediados del siglo XI. Formaba parte, junto con otras colinas fortificadas, del límite sur del condado de Barcelona. Al estar situada en un promontorio, dominaba el entorno y le ofrecía protección a la población. Al mismo tiempo, la Vía Augusta romana le proporcionaba buenas comunicaciones con todo el territorio.
Hasta el siglo XV perteneció a los condes. Pero fue a partir del XVII, al pasar a manos del marqués de Tamarit, cuando Altafulla vivió una época de esplendor económica al comercializar sus productos con las colonias americanas. Ya en el XVIII, la población aumentó y se vio obligada a extenderse hacia el mar, superando las murallas.
Durante la Guerra de Secesión, el pueblo fue saqueado varias veces y no se recuperó hasta bien entrado el siglo XIX.
Altafulla llegó al siglo XX como un consolidado destino turístico que ha perdurado hasta el día de hoy.
Cómo llegar
Altafulla está situada muy cerca de la Autopista del Mediterráneo, que conecta con el centro y sur de la península. Si viajas en coche, deberás coger la salida 32 de la AP-7.
Si lo haces en autobús, debes saber que existen líneas regulares desde Barcelona, Lleida y Zaragoza. Desde Tarragona la mejor opción es la línea 9 del bus urbano, con recorrido al Anfiteatro y a las murallas de Tarraco, o la línea de autobuses de El Penedés en dirección Tarragona-Salou-PortAventura.
Si viajas en avión y aterrizas en el aeropuerto de Reus, puedes llegar a Altafulla en unos 20 minutos en alguno de los autobuses y minibuses con enlace directo al pueblo.
Por otro lado, si aterrizas en el aeropuerto Barcelona-El Prat también podrás trasladarte a Altafulla en autobús. Tardarás unos 45 minutos.
Otra posibilidad es viajar en tren. A 20 kilómetros de Altafulla está la estación del AVE Camp de Tarragona, que conecta con Barcelona, Madrid y Sevilla. Desde ahí solo tienes que coger un autobús directo. Si prefieres el tren convencional, Altafulla cuenta con una estación a la que llegan trenes procedentes de Barcelona, Tarragona y Salou.
Puedes encontrar más información sobre el turismo de Cataluña en Cataluña Turismo.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!